Quizás porque de niño me la pasé viendo Kung Fu, o porque los años que anduve por el BAFICI viendo cine asiático me perforaron el marote, o porque la insitencia de los médicos en que afloje con los panqueques y me mueva un poco terminaron por surtir efecto me decidí a iniciar alguna actividad física.
Dado que la última vez que pasé por un gimnasio pagué la cuota y no fuí ni una vez decidí que debía ser una actividad metódica, que involucrara alguna clase de autoridad superior y que me obligara a hacer lo que por propia voluntad no hago ni bajo amenaza de apremios ilegales.
El Tai chi es un arte marcial milenario, se lo conoce también como el boxeo supremo. Los movimientos armoniosos y medidos que exige esta es disciplina mejoran los huesos, relajan los músculos y de paso regulan la respiración y ordenan el sistema circulatorio y nervioso. Que más se puede pedir?
El salón donde me recibieron para la primera clase es una habitación grande de una casa antigua en Colegiales. Colchonetas en el suelo, un grabador del que salía música oriental, no Viglieti no, esa musiquita oriental de oriente. Al fondo se escucha una cascada de agua y eso no pude decubrir de de donde sale, a lo mejor es una pérdida de agua de un inodoro Pescada. Sonaba a riachuelo límpido que corre por un lecho de piedra, típico de esos grabados que están en la paredes de los piringundines con geishas que aparecen en las películas sobre la Yakuza.
El lugar está calefaccionado y se percibe un aroma indisimulable a pata que la instructora voluntariosamente trata de disimular con un sahumerio. Pero el olor del sahumerio y el olor a pata conviven creando una aroma medianamente nauseabundo. Alguien llamó Patienzo a ese tufo, un hallazgo.
En México mi amigo Horacio escuchó la expresión olor a rodilla y cuando preguntó de que se trataba le dijeron que era una aroma a mitad de camino entre el culo y los pies. Pero volvamos a la filosofía oriental.
Que es un pequeño aroma pestilente cuando uno está intentando mejorar su calidad de vida? Nada! Así que me saqué las zapatillas y me incliné frente ún símbolo que todávía no sé muy bien que significa pero confío en que no esconda nada demoníaco. Unono se inclina ante nada y no va a misa para no arrodillarse pero termina doblando en dos el cuerpo ante un símbolo oriental cuyo significado ignora. En fin dejemos esos pensamientos que uno no se meta a hacer Tai chi para pensar, sino justamente parea no pensar tanto al menos un rato. Para fluir, para que el cuerpo entre en armonía y lograr equilibrio sino emocional al menos en la gamba izquierda.
A lo largo de la clase sostenemos el cielo y le empujamos para arriba, echamos raíces en el suelo, nos dejamos rodear por un rayo energético, imitamos la figura del gallo y paramos monos, que parece joda pero mi comentario socarrón fue contestado por la instructora de manera severa: es un golpe mortal, me dijo. Todo muy espiritual pero salgo de mi primera clase habiendo aprendido un golpe para matar monos. No sé que carajo le habrán hecho los monos a los creadores de Tai chi pero debe haber sido grave.
Ventiacuatro horas después de haber entrado al mundo del tai chi me duelen todos las artriculaciones conocidas y músculos de cuya existencia recién ahora tomo conocimiento. Lleva un enorme esfuerzo lograr movimientos naturales y armónicos cuando uno tiene la movilidad de Arturito.
Me subo a un taxi, pago con cincuenta pesos un viaje de veinticinco, el tachero me mira feo, gruñe, dice: para que pongo el cartel. Miro que efectivamente hay un cartelito pidiendo cambio y apesar de que tengo cambio decido que no se merece el esfuerzo. Mientras me bajo remata: claro a vos que carajo te importa no?. Lo miro y en lugar de mandarlo a la recalcada concha de su madre al resentido de mierda le digo: tenés razón no me importa un carajo.
Una clase y ya mi centro se encuentra en armonia con el cosmos. La cosa empieza funcionar.
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