Si por algún lado se nos pianta la argentinidad al palo (esa que a veces reprimimos por “snobearla” de mundanos y enterados de cómo son las cosas en esos pagos donde se corta el bacalao) es cuando hacemos un asado o participamos en él. Ahí sí que nos pintamos como argentos de pies a cabeza, y nos sale el gaucho matrero de adentro
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