13 julio 2007

El creador del Magiclick le tiene "bronca" y usa fósforos



Fotos: Kogan - Linterna de 1990 para Eveready Argentina - Máquina café express, 1975, Sunbeam Argentina - TV 14 M, en blanco y negro, 1973, para Tonomac.


En 1963, Hugo Kogan inventó un producto que, a fuerza de diseño y funcionalidad, pasó a instalarse en todos los hogares del país y en buena parte del mundo. “Sín pila, sin piedra y sin cable”, como decía su pegadiza publicidad, el Magiclick se convirtió en un ícono de la creatividad argentina junto con la birome, el colectivo o el dulce de leche, como dice Perogrullo.

Sin embargo, hoy, y pese a que su producto todavía se encuentra en miles de cocinas, Kogan, con su pinta de “Profesor Locovich”, reniega de su invención y, provocador, dispara sin miedos: “en mi casa, uso fósforos”.

¿Ahora, cuál es la razón por la que un creador, un inventor, un innovador, habría de negar tres veces a su objeto más famoso?

“En aquella época era muy jóven, no lo registré, y nunca cobré regalías pese a los miles y miles que se vendieron”.

“Casi le tengo bronca. No sabía nada en aquella época. Y perdí la oportunidad de cobrar las regalías. Cuando quise hacerlo, ya era tarde”, se sinceró.

Pero además, dejó relucir, como todo talentoso que se precie de tal, que él no es solo un Magicklic “bonito” y que si bien es ineludible que se lo asocie al encendedor que prometía durar más de 100 años y todavía nadie pudo comprobarlo, su creatividad fue más bien variada. Y desarrolló un centenar de productos variados, como bienes de capital, máquinas textiles industriales y familiares, equipamiento urbano, electrónica de entretenimiento, hardware, grandes y pequeños electrodomésticos o sistemas de equipamiento ferroviario.

Pero nada fue tan exitoso como el Magicklic, porque, según contó, fue “una innovación tecnológica montada sobre un buen diseño”. “El Magiclik conquistó el mercado obviamente por la novedad, un diseño que daba una respuesta estética, lo confortable de su uso y porque resultaba un artículo ideal como regalo”, enumeró.

Por más que ahora se muestre cansado que se le siga preguntando sobre el tema, Kogan hace un tiempo rememoró el chiquitaje de su creación: “corría el año 1963, pleno auge de la electrónica, el chiche de la década. Yo estaba como director del departamento de diseño de la empresa Aurora y su dueño llegó de Japón con un artefacto inédito para nosotros, el piezoeléctrico, una pieza que si uno presionaba en un extremo disparaba una chispa. Jugando con él, apareció la idea de hacerlo como un artefacto manual, de uso popular. Lo diseñé, y se desarrolló”.

También recordó que “previamente se hizo un estudio de mercado para saber qué demanda tendría y de ahí surgió que se venderían aproximadamente 5000 por mes”. Sin embargo, se equivocaron por bastante, y “el éxito fue tal que el primer mes recibieron pedidos por 80.000”.

Y el éxito comenzó a multiplicarse.

(Fuente: Minuto Uno -- Fotos: Página/12)